lapicera maldita hecha de frío, de un hogar en la loma del limbo, del otoño aquel en Johannesburgo. Sos una chica de recuerdos difusos, no sabés si tu madre ha sido buena o no lo ha sido. Quizás sea mejor preguntarse si la vida valió la pena. O vale, todavía pulsa. Entonces, comunicate con ella, usá el ombligo telepático materno. Y agradecele, simplemente, el tener sueños y hambre los domingos y náuseas después del sexo. Yo que he padecido la prostitución más aberrante, puedo decirte sonriendo que el amor existe. Ella existe, el amor existe. Está en La Capital y en la provincia de Buenos Aires. Está en Chubut y Afganistán. Está en la rebelión de Egipto. Está en el Himalaya y en New York, está en Perú Chile Bolivia. Está en las Malvinas y en la Antártida cagándose de frío, a punto de amputarse no sé qué dedo de qué pie, no alcanzo a distinguir del todo. Pero Ella está bien, no te preocupes. Está en París arriba de la torre. Está borracha delicadamente la reconozco por su finura exótica, menea la cintura en el Barrio de Chueca. Está. Así, en todos lados de este puto mundo lleno de agua y tierra. Está, en todos lados. Ella está y se reproduce como un virus. Pero es buena, no le temas. Ella existe. Existe muchas veces, para que no te quepa duda, de que si no la viste fue tu culpa. Porque Ella existe. Y si no la amaste perdiste el tiempo, en vidrieras con tetas de juguete y maniquíes degollados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario