jueves, 26 de mayo de 2011

Después de dos trenes


Ahora que volvemos a estar lejos, ¿en qué pensás?, ¿en qué pensás? Soy un tipo travieso, una mujer idiota. Porque pasa, pasa, pasa eso y pasa más, y llega la muerte, de nuevo de siempre primera vez. Llega  llego, de nuevo, sólo quiero estar con vos. Y tenés los ojos tristes. Y te miro y te veo triste. Escuchen, entonces: hay una mujer con los ojos tristes. Qué digo, qué estoy diciendo, hay millones de mujeres que están diciendo adiós en el mismo instante en que está cambiando tu vida, tu historia. Millones de ojos tristes convalecientes todavía espasmódicos y sin más recuerdo que el de ese nombre que sigue latiendo y lo hará para siempre. Un nombre que late.
Tu vida no para, un subte anda fuerte, un hotel un trabajo una carrera para llegar ¿a dónde?, cierto, a un lugar seguro. Pero ahora que volvemos a estar lejos, en qué pensás, ¿en qué pensás? Me importa tu sonrisa más que la de nadie. Y tus ojos tristes me tienen preocupado. Sólo vos entre todos los millones, ¿eso  hace el trabajo más difícil o más fácil? Qué importa. Trabajo para tu sonrisa más grotesca, lo demás es un llamado a mitad de la noche. Las risas más fuertes se dan en la cama, y las palabras reveladoras después de tu cuerpo. Entonces, escuchame.