Cuando me dejo libre respiro profundo. Mi whisky. Ay, dios, qué alivio, cuando me dejo libre. Después de la droga viene la sopa, viene la sopa, ja ja. ¿Dónde compré esa moral tan ahorcativa? ¿En qué Todo por dos pesos compré esa moral televisiva, publicitaria? Duele la cabeza por no tomar, por no reír, por no mandar al carajo la mismísima mierda. Puedo asegurar que estoy mejor, sí, puedo. Le tiraba besos de tribuna a Janis mientras ella cantaba Little Girl Blue, y las trompetas sonaban y Janis gemía y mi blues, mi dolor mi vida te doy acá, en este beso. Yo no sé por qué me asusto tanto cuando mi cuerpo pide protagonismo, yo no sé, vosotros diréis por qué.
Lavate la culpa bañándote en whisky, ay nena ay, haceme caso. Se tiene que derretir un poco hielo, pero no aguanto la necesidad de darle un sorbo, darte un beso, un amor un dios global que no qué sí que nada, que me lleve en la garganta su aroma vital a choque en la 9 de julio. Ahora trago tranquila, yo sé que tenía, atragantado el deber de ser pulcra. Puritana refugiada, en la casa tu casa de puta cristiana de los montes de Lesal les’s. Allá, ese país, tiene un modo de hablar molesto, como una voz de pito, pero no, no es eso, es el modo de creer que están en lo correcto. Es eso. Al diablo, al demonio, a prender fuego el cartel de bienvenidos. Autóctonos como el a b c de amar a las corridas, a sembrar mburucuyá en los jardines de las terrazas demolidas, despedazadas. A perder, a perder, a gastar todo el dinero en besos. Cómo cómo, cómo me saco de la cabeza la fantasía de ser tus ojos. Azules, buscame, mañana, en la estación de tren, sin pedirme el documento. Sabés mi nombre, qué más querés ¿un souvenir envuelto en papel de regalo? Vení y bebamos de lo más caro… y hoy no vayas a la oficina. Yo escribo a diario mis noticias y son, sobretodo, irritantes. Para cogerlas, para amarlas, para tirarlas a la mierda. No seas cruel después de que te lean un poema, es como reírse de un orgasmo ajeno. No, sé piadosa, de piedad, de Pío X, de iglesia católica apostólica romana puta barata vení a divertite a mi burdel de la calle Jujuy, la calle donde me crié a pistolazos. ¿Te pensás que vos solá tenés qué perder? Yo también tengo un cuerpo que a cada instante se marchita, pero te juro, está vigoroso. Será el amor, será la ausencia, será el humo que entra y se va. Serás vos, en la estación, besándome mientras el paro de la otra línea a puro redoblante mantiene su honor. Somos hijos de nosotros mismos. Si sos rigor, es porque te parió alguna frase maldita. En cambio, si sos como yo, no hace falta que te explique.
Vení vení vení, hay para todos tus caprichos, incluido el de no quererme más. Pará un poquito, bajá los humos que me pongo nerviosa. Sos perversa a veces, sobretodo cuando respondés mis dudas. ¿No te das cuenta que esto es puro bla bla bla y la gente es otra cosa? Mirá, ¿me ves? Soy yo, eso era todo. Feliz cumpleaños, los regalos para cuando encuentre algo representativo. Esa música es droga, tené cuidado si sos severa. Tomé media botella, ¿debí haber tomado la otra mitad? Ahora ya es de noche tarde y debo dormir y mañana será quizás momento del resto. Del resto del mundo, el que te solicita, el que te sostiene el que te tiene y te margina, el que te pesca el que te descuartiza. Será momento del resto, de nuestros años, de nuestros tiempos indescifrados, será momento de los amantes, de las corridas escolares, de los burdeles, de las madres que quieren madres, que quieren de vos un poco de esa dulzura que te brota en la quema, que te supura como supura la resina en un árbol así, resina de amor, te pedirán tus amantes. Y vos, ¿qué les darás? ¿Resina? ¿Amor? ¿Resina de amor? Mañana, mañana será el momento de correr. Ahora, solicitame en silencio, buscame sobre las yemas de tu mano… la que usás casi siempre, buscame bajo esa huella que dejé yo, sin querer, con fuego. Pero ahora lloro, otra vez, no lo contengo. Sigo siendo sensible por más que una maratón de sortilegios pise mi negocio de sueños, sigo siendo sensible, porque mi abuela muere y yo la amo. Siglo, sigo siendo veintiuno, y a veces veinte años es mucho, sobretodo cuando una cama te recrimina.
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