Adiós diluvios ancestrales, trabajadores dignos de la tierra dominicana. No tengo pesebre y no tengo artimañas para liberarme de la nostalgia de haber nacido. Buenos Aires, sweet home, esbelta casa cruel – qué cruel te vi, la última vez que te vi, Buenos Aires. Anuncios, denuncios polirrubros y canallas. Rosarinas hermosas vengan a radicarse a mi vida. Hagan nido y hagan huelga, hagan desastre que a mí me gusta.
Con mi grupo de teatro corto la calle Primera Junta, una calle tranquila que se vuelve villa más al fondo. Una calle tranquila no lejos de mi calle, calle de mi ciudad y de mi barrio. La Primera Junta de mi ciudad de mi barrio, que no es la misma que la tuya.
Ahora paciente porque soy un renacuajo, más tarde doctor seré otra cosa. Tomo aire y aguanto haciendo subacuático en el agua. La pileta está sucia y llena de químicos con sabor a lavandina. Tengo los ojos rojos color veneno. Besame las subjetividades que se me pasa todo.
Hace días que no tomo hasta recién que me tomé un whiskicito. Por fin volví a mi estado natural de sentirme bien. ¡Si estás insulsa tomate un whisky! ¡Tomate un whisky si estás insulsa! Retomemos la infancia sin inocencia y con olor a infancia. Con olor a tres años y vereda y sueños y cantitos de mi abuela y caminito que el tiempo ha borrado que juntos un día nos viste pasar he venido por última vez he venido a contarte mi mal. Retomemos la infancia y tengamos infancia, una docena de críos hermosos y enamorados. Dejemos los planes y tengamos hijos para toda la vida.
construía con mis manos un laberinto de flores y corría los pájaros que juegan en el bosque con todas mis criaturas de la mano riendo les ponía mil nombres y abrazaba sus cuerpitos todos los días todas las noches y cantaba canciones de mucha poesía llenas de palabras reales firmes preciosas que hacen al corazón tan libre y procuraba que sueñen que amen sin ser esclavos que sientan lo suficiente para que prueben una y mil veces el camino que los eleva en el aire y en todo momento cuando jugando a la vida caían en el barro del charco acariciaba su herida para limpiar sin miedo sus alitas rotas
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