¡Qué triste, oh dios, tener por desayunos unos mates que no se convidan! ¡Qué picardía, la de desembuchar poemas subidos de tono para una risa que no es contagiosa! ¡Qué despilfarro, oh dios, criar hijos que no tenemos y festejar sus cumpleaños en garajes con olor a nafta, y llevarlos más tarde a la plaza a jugar a la pelota!
¡Oh dios!, ¡quiero un amor tuberculoso! Un amor sidoso, en estos tiempos es más probable. ¡Oh dios!, ¡un amor que me llene la sangre de últimos minutos! ¡Oh dios un amor! ¡Oh dios!, ¡un virus!
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